SÍ. ADELGAZAR. Perder peso,
quitarme los kilos que me sobran, aligerar la carga, para así hacer menos
pesado el camino. Despojarme de aquello que no me deja avanzar o que,
aparentando ser una ayuda, es más un lastre.
En el día a día hay muchas cosas
que me “facilitan” la vida, me la hacen más cómoda, y quizá también con ello,
menos vida. Convierto en necesidades cosas que deberían ser sólo un
complemento, poniéndole con ello más peso a la mochila. Si algo me enseñó el
Camino de Santiago es que lo importante no es lo que va dentro de la mochila,
sino lo que se va tejiendo por dentro. Y que es lo que va en la mochila lo que
impide hacer camino por dentro.
Y así, también en la vida. Y las
cosas no son lo único que pesa. Pesan los sentimientos y las actitudes. Pesa la
insatisfacción, el tiempo perdido y la pereza. Pesan las palabras no dichas,
los compromisos no cumplidos y los asuntos no cerrados. Pesa la indiferencia,
la desgana y el desánimo. Pesa la falta de autocompasión, de autoperdón, el no
aceptar de vez en cuando una dosis de fracaso. Pesa todo aquello que pone
obstáculos al crecimiento, zancadillas a la verdadera alegría, trabas a los
sueños.
Así que sí, adelgazar es lo que
quiero, pero no por estética y de cara a la galería, sino por salud (propia y
ajena) y de cara a una vida entregada. Y una vez más delgada, con la mochila
menos llena, compartir dieta con otros: adelgazar sus cargas y sus problemas,
ayudar a cargar historias (la mochila entre dos siempre pesa menos).
Que lo que me pese sea la alegría
y el amor, que me pesen tanto estos dos que no tenga más remedio que compartir
esta “carga”. Vaciar la mochila para llenar el corazón, los corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario